EL DESDOBLAMIENTO ASTRAL Y EL SUBCONSCIENTE

Mucha gente se pregunta cómo es que el Desdoblamiento Astral puede ayudar a curar heridas psicológicas que están escondidas en nuestro subconsciente. La respuesta es sencilla: esto es posible porque cuando nos desdoblamos, cuando estamos despiertos en nuestros sueños, tenemos acceso directo él.

Son las cuatro de la mañana. He despertado temprano. No tengo sueño. Hace muchos meses que no me desdoblo, son más de muchos meses. Me distraigo con el celular. Miro videos de análisis político y cualquier otra cosa que me llame la atención mientras espero que el sueño vuelva.


Ha transcurrido como media hora y siento que mis ojos se cierran, solamente escucho. En poco tiempo, las voces de las personas se confunden con mi sueño. Allí se distorsionan y adquieren vida propia.


Mi sueño, es una mezcla absurda e incoherente de las palabras de los que están hablando en el programa y paisajes creados por mi mente. Alguien me está gritando al oído que el imperialismo debe morir. De pronto, la misma persona dice que las dictaduras son lo peor que le ha pasado a humanidad. 


Veo una ciudad desconocida que parece pintada en la nada. No luce real, todo está construido con brochazos maestros; es un cuadro viviente. Allí veo dos grupos peleando. Discuten con voces amenazantes. Sus manos se abren y cierran formando apretados puños. Uno de ellos tiene las manos sobre la cintura; su pose de bravucón es explícita, pero no dice palabra. 

En nuestro subconsciente, están las causas de nuestros éxitos y fracasos. Allí se encuentran los orígenes de muchos de nuestros sufrimientos, temores y enfermedades. Allí están los resortes secretos de todas nuestras acciones, pensamientos y sentimientos incoherentes, auto destructivos. 







Hay un bullicio que no puedo entender. Me despierto. Oigo que el análisis continúa en ni celular. Ahora se han enfrascado en una discusión irreconciliable. Me doy cuenta de que he estado interpretando de una manera absurda en mis sueños, lo que dormido estaba oyendo. Por eso tuve ese sueño demencial, me digo. Felizmente, somñoliento, quiero dormir, me abandono. 

Quedo inconsciente. De pronto me veo caminando por las calles de mi ciudad. Antiguos muros de piedra y techos con tejas que un día fueron rojas e innumerables tiendas me dicen que estoy por el mercado. Pero hay algo raro en este paisaje, no se siente normal. Sigo caminando y miro la vereda. Sus piedras brillantes por el desgaste parecen ser las que estoy acostumbrado a ver cada vez que paso por allí, pero también hay algo extraño en ellas. Me detengo un segundo para preguntarme: ¿Dónde estoy?  Ah, el mercado me digo, pero una extraña sensación me invade, es una sensación ya conocida. Siento como que me quiero elevar, siento que quiero volar. Salto con la intención de elevarme y me elevo. Me doy cuenta de que estoy en el Astral. Una parte de mi, está feliz, la otra se pregunta qué hacer. 


La aventura hacia el subconsciente es posible mediante una terapia hipnótica. En mi caso nunca hice una, para mi, el DA, siempre fue una puerta directa hacia las sombras de mi psicología. Ese lugar tenebroso, oscuro e incomprensible, fue la solución a muchas de mis preguntas existenciales.


En nuestro subconsciente, el demonio danza alegre con punzante tridente guardando la entrada. Él, cuida celosamente los tesoros que ha logrado disfrazar. En nuestro infierno —porque no existe otro—, están todas las cualidades, capacidades, y facultades que carecemos y que deseamos tener portándonos fanáticamente bien.


Estoy flotando, una voz insistentemente me dice que haga eso. Cierro los ojos y me dejo llevar. Siento como una fuerza extraña a mi, me mueve como un pequeño bote a merced de la corriente marina. No me importa, no tengo miedo.


El acceso al subconsciente es difícil y problemático. Mi forma de acercarme a él, ha sido producto de mi práctica de DA. Por muchos años pensaba que cuando uno se desdoblaba, solo salía al Astral, pero esa es una parte de la historia, la otra, es que uno también se desdobla hacia su interior, hacia ese mundo interno siempre incomprendido, rechazado, temido, menospreciado, ignorado, por la mayoría de los seres humanos.


En mi mente, el vacío, solo quiero disfrutar de este momento. Con los ojos cerrados, floto por allí, floto por allá. Es tan delicioso estar así. 


Mis desdoblamientos están cambiando. Antes, salía y corría al cualquier sitio. Volaba, veía muchas cosas y entidades. Molestaba a quien se me cruzara en el camino. Ahora no me importa correr ni ir a ningún lado, algo ha cambiado en mi.

El subconsciente, nuestra sombra, es nuestro demonio. Todo lo que no hemos superado, todo lo que nos ha herido, todo lo que nos ha frustrado, todo lo que no hemos sido capacas de comprender, se esconde allí. Ese es el demonio que nos perturba ahora y seguramente después de muertos.


La confusión y el dolor inenarrable que hay en el infierno, es solamente la alegoría de nuestro interior caótico, sujeto con camisa de fuerza y encerrado bajo llave en la más oscura mazmorra de nuestra mente.

La vida vivida de esa manera, se asemeja a la vida de un niño, cuyas acciones se dan en una hermosa casa donde tiene lo que quiere. Una casa que en el jardín, más allá de todas las construcciones, también tiene una habitación vieja, oscura, cuya puerta está cerrada con un gran candado. Y ese niño que aparentemente es feliz, cuando pasa cerca de esa habitación, se estremece de angustia y temor, sin saber por qué.


Varios minutos se suceden desde que cerré los ojos. Ahora siento que me muevo en una sola dirección. De pronto, me detengo. Algo me dice que abra los ojos. Así lo hago. Veo una serie de pequeños adornos de navidad. Están Santa y sus renos. Ovejas blancas y negras con listones verdes y rojos colgados de sus cuellos. José, María y Jesús, están reunidos junto con una vaca y un burro. Un pequeño manojo de paja les sirve de piso. Melchor, Gaspar y Baltazar, miran con amor a la sagrada familia. Es un sencillo y hermoso nacimiento.






Mientras estoy distraído, observando en nacimiento, una sensación de dolor se apodera de mi. Entonces, recuerdo que de niño, solo una vez tuve navidad con nacimiento, hasta donde recuerdo. 

Cuando mi abuela, se hizo militante incondicional de los Testigos de Jehová, luego de deshacerse de todos sus cuadros con imágenes religiosas; luego de acabar a martillazos con San Martín de Porras, continuando con San Antonio, le prohibió a mi madre celebrar Navidad y le dijo que tener imágenes de santos en la casa, era un pecado que inevitablemente la llevarian al castigo eterno. Mi madre, persona criada a la antigua, a quien se le inculcó ciego respeto por sus padres, acató la orden. Desaparecieron las imágenes religiosas de mi casa y cuando nos visitaba la abuela, siempre nos venia con su prédica apocalíptica.

Por ese motivo, en mi casa no se celebraban las navidades. Siempre hubo regalos, panetón y cena especial, pero nada de nacimientos ni arbolitos ni luces de colores, ni arreglos navideños.


Pasaron los años. Nunca envidié las navidades de mis amigos. Esa fiesta, para mí, siempre fue algo lejano, algo que era para los demás. Cuando me tocó buscar mi camino, de alguna manera eso fue una ventaja. No tenía apego a esa fiesta. Fue sencillo olvidar lo poco que había de ella en mí.


Bajar al infierno, es abrir e iluminar esas partes oscuras de nuestra psicología. Allí, encontraremos al demonio. Ese demonio, es más poderoso, horrible, y perverso, si es que lo hemos ocultado, amarrado, censurado, despreciado. Ese demonio, tiene las llaves de los tesoros que nos faltan. Ese demonio, necesita ser comprendido, aceptado y amado. Pero, ¿por qué deberíamos hacer eso? Porque ese demonio es también parte de nuestra alma.


Observando ese pequeño nacimiento, regreso a mi niñez. Una tristeza enorme me apabulla. No sé que hacer. Nada puedo hacer. Comienzo a llorar desconsoladamente. Lloro por todos esos años que no tuve navidad. Finalmente, algo pasa en mi interior: comprendo muchas cosas y siento un alivio y una alegría que no había experimentado antes. Me despierto.


Para quien tenga la valentía de abrir las puertas del infierno, las puertas del cielo también estarán abiertas. Para quien tenga el coraje de aceptar a su demonio, su ángel de la guarda lo cuidará siempre. Para quien tenga sabiduría para amar a su demonio, el amor universal será su cualidad principal. Para quien tenga la inteligencia de perdonar a su demonio, el perdón de Dios le será concedido.


Nunca pensé que el no tener navidades normales me afectaran tanto. Con los años, cuando ya sabía que Santa no existe y que la Navidad es solo un invento, me sentía tan bien por no celebrarla como todos, pero había algo: por muchos años, justo el día de la noche buena, sentía una pena y soledad terribles que no podía comprender; el origen de ese dolor se había escondijo en algún lugar de mi mente porque de pequeño no pude lidiar con él. Es así como cualquier situación o experiencia que no podemos comprender y superar en ese momento, para que no nos cause dolor, preferimos olvidarla y guardarla en el subconsciente. 


Curarnos como seres humanos es un largo camino de aprendizaje. Es una aventura fascinante para la que no necesitamos absolutamente nada externo a nosotros. Mirar dentro de nosotros es la solución. Esto no es nada nuevo, ya van miles años desde que el ser humano escribió en el Oráculo de Delfos:


¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, 

que, si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, 
tampoco podrás hallarlo fuera.
Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, 
¿cómo pretendes encontrar otras excelencias?
En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros.
¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses.








Ivan Guevara

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